9 de septiembre de 2008

Un círculo vicioso



Parece que el movimiento de los indicadores económicos preocupa mucho a políticos y medios de comunicación hasta impregnar con obscenidad el escaparate en el que las sociedades opulentas se miran el ombligo. Los hambrientos del mundo, siendo muchos más que los que podemos sentarnos ante un televisor a opinar o bostezar (creo que últimamente el valor de ambas acciones se aproxima peligrosamente) o ante un ordenador a escribir, no leen estos titulares ni escuchan estas tertulias ni atienden a especulaciones. Son simplemente las víctimas directas de un mundo manejado por comportamientos injustos. Los estamos matando de hambre o les vendemos armas para que se maten entre sí por cualquier otra sinrazón. Luego la ONU lo convierte todo en palabras, los señores de la tele emiten sus condenas, y el mundo sigue girando.

Los que tenemos de todo parece que tememos ahora no poder seguir comprándonos todos los caprichos y que el precio de nuestras casas siga bajando hasta hacernos perder esa aureola de nuevos ricos que nos habíamos creado. A los bancos les da igual. Se reúnen y deciden subir el precio del dinero, o bajarlo, o lo que sea que permita repercutir todos los gastos y desgastes en los ciudadanos, estúpidos votantes-consumidores que lo pagan todo sin rechistar y se tragan cualquier rueda de molino con sonrisas maquilladas rellenas de botux. El precio del dinero... ¡qué espanto de absurdo! Un bonito truco para que los ricos se sigan inflando. ¿Han leído ustedes las cifras relacionadas con los beneficios de bancos, grandes empresas y grandes fortunas en tiempos de crisis y recesiones? Muy sorprendente saber que ellos siguen ganando, aumentan sus fortunas aunque disminuyan sus porcentajes de incremento de beneficios, mientras los demás pierden hasta la vida en alguna de esas maniobras políticas y comerciales (creo que estos dos términos también se aproximan cada vez más peligrosamente) que permiten a dictadores corruptos pisotear a su gente a cambio de que los amigos de Condoleezza Rice puedan seguir robando petróleo, minerales, cereales, cualquier tipo de riqueza. Lo llaman actividad económica. Pero entre los de más arriba y los de más abajo estamos los tontainas que nos creemos muy estupendos por vivir en la octava potencia del mundo, o en la decimoquinta, me da igual, sin tomar en consideración siquiera que en nuestro propio país viven un 20 % de ciudadanos rozando el umbral europeo de la "pobreza". Pido perdón a los que realmente son pobres por la desvergüenza de utilizar la misma palabra para tan diferentes realidades. Lo pagamos todo a través del consumo y de los impuestos, las dos únicas formas de financiación real que hay en este planeta. No nos dejemos engañar por cortinas de palabras. Si uno rebobina la película de cualquier proceso económico siempre llegará al mismo principio. El dinero sólo sale del consumo y de los impuestos. Y los impuestos de las empresas se repercuten en el precio de lo que venden. O sea, que si me apuran, todo es simple y llanamente consumir para sostener. Para sostener un sistema que ahora parece estar algo mareado. No por el horror ético en el que se basa, no por las profundas injusticias que lo sostienen, sino porque le toca pasar por esa curva del ciclo.

Cuando uno sube la montaña a lo más alto le espera la gran bajada, y si es brusca la llamaremos caída. Pero no se asusten. Aunque los grandes agoreros de siempre estén agitando la vacuidad de su griterío para que todo parezca lo peor posible y así poderse vender de nuevo en las campañas electorales para salvarnos, las montañas del capitalismo no son grandes accidentes naturales, sino como las atracciones de feria, montañas rusas de sofisticado artificio, y los ciudadanos y las empresas viajamos en cochecitos bien agarrados a las vías por un ingenioso mecanismo: eso que llamamos sistema. Después de la bajada podremos echarnos unas risas, pagar de nuevo, y volver a subir... en un inacabable y vomitivo círculo vicioso. Mientras tanto nos vamos quedando sin agua, sin bosques, sin cultura, sin justicia, sin vida... ¡No nos importa! Volveremos a subir y a hacer lo mismo. ¿Qué hacían el PP y el PSOE mientras se hinchaba la burbuja inmobiliaria? ¿Alguien está realmente interesado en desenmascarar los abusos y excesos comerciales que desde hace décadas se vienen produciendo? Poco pueden decir ninguno de los dos partidos ahora... ¿Alguien nos educa y nos apoya realmente para ser más responsables, menos ostentosos, más verdaderos, más humanos? No lo veo... Ni lo veo venir... Alguna tímida acción, alguna ONG o asociación que con buenas intenciones le tapa los agujeros a los gobiernos. ¡Qué poca izquierda real nos ha quedado! Quizás la acción personal, la responsabilidad asumida individualmente, sea la única fórmula real y eficaz de acción ciudadana, de recuperación de la dignidad en el ámbito de lo social. Es una obligación moral que cada quién debe exigirse a sí mismo. Quizás de uno en uno podamos devolverle a nuestra civilización un cierto horizonte de cordura. Aquello de "paren el mundo que me quiero bajar" ahora tiene su opción en esta bajada a los valles de la normalidad desde las crestas de la opulencia. ¿Quién se atreve a bajarse del cochecito y caminar descalzo por la frágil belleza de la tierra?

No hay comentarios: