8 de diciembre de 2010

Presencias

encalado

No me parece importante el conocimiento de la historia como erudición o como nostalgia, pero admiro la sabiduría que acierta a integrar el momento del tiempo en que se vive con el pasado que se conoce en un proceso vital único del que todos formamos minúscula parte. Nuestra sangre y nuestra mente no son más que mestizaje, y así seguirá siendo. Toda exclusividad territorial o temporal carece de sentido, salvo en algún humilde nivel de proximidad afectuosa. Ni siquiera las guerras o las revoluciones han podido cavar zanjas ni levantar muros que aíslen instantes o épocas. Ese relato no puede desprenderse de sí mismo fragmentando en capítulos la escritura inmaterial de un texto continuo interminable. Hemos sido, somos y seremos un organismo de memoria no verbal en el que cada voz armoniza, en consonancia o disidencia, con la música de la totalidad.

Estoy sentado en una azotea de Rodalquilar, en el Parque natural del Cabo de Gata. Leo relatos de Marguerite Yourcenar en la edición de sus "Cuentos completos" que ha publicado este año la editorial Alfaguara. Descubro de nuevo entre palabras la presencia conjurada de Aquiles, Patroclo, María Magdalena, Safo... Me reconozco griego, latino y árabe en esta mañana soleada de invierno a orillas del Mediterráneo, con la complicidad de la luz y del paisaje. Agradezco esta riqueza a quienes la han sembrado y cultivado desde antiguo, a quienes en este tiempo conmigo la comparten, y a quienes nos integrarán en su presente que ahora para mí es futuro.