24 de septiembre de 2006

El terrorismo más atroz es el que promueven los estados que se autoproclaman democráticos



Aquellos pobres parlamentarios que se habían creído que era más importante la unidad de su partido que la realidad, votaron unánimemente que sí a una guerra estúpida, injusta, ilegal y mercenaria (si es que hay alguna que no lo sea) para adorar a un ser mediocre y perdido en su egoísmo absurdo al que llamaban José María Aznar. Yo creo que ya no existe. Ahora, cuando le oigo por la radio, me parece una psicofonía procedente de una pesadilla mal digerida en el inconsciente colectivo. ¡Anda por ahí reivindicando a los Reyes Católicos y diciendo que estamos en guerra con los musulmanes! ¡Está loco de atar! Y si, como algunos anuncian, vuelve a intentar redimirnos en próximos desconciertos electorales, propondré a quien le vote para una exhaustiva investigación sobre el alcance y límite de la idiocia humana.

Respeto mucho el dolor y la rabia de las víctimas de ETA, como el de las víctimas de cualquier injusticia o atrocidad, venga de donde venga. Algunas salen a la calle ahora a protestar porque alguien, como le ha sido dado a entender, quiere parar el horror que les convirtió en lo que ahora son: víctimas. Aunque nadie pueda comprender por qué no lo hicieron cuando, antes de ser una psicofonía, José María Aznar mandó a los suyos a intentarlo y se ufanaba de ello por la televisión con toda desfachatez. ¿Qué ha cambiado? Pero en Irak también han muerto incontables víctimas inocentes por un absurdo modo de entender este planeta como un imperio, al dictado del más atroz terrorista de todos los tiempos, G.W. Bush, del que tan amigo se hizo el que ahora habla siempre desde la mentira intentando inútilmente maquillar el pasado aprovechándose de la fragilidad subjetiva de la memoria. Insisten estos monstruos en confrontar a unos seres humanos contra otros como única alternativa a su propia insuficiencia ética, a su profunda incapacidad en todos los niveles de la inteligencia.

¿Qué ceguera nos impulsa a mirar las cosas según nos convengan? ¿Cabe desde esa actitud utilizar la palabra "justicia" sin mancharla? Este señor del que hablamos, que prefiere ser consejero a sueldo de empresas ultraconservadoras norteamericanas antes que prestar sus servicios en el Consejo de Estado de España, se atreve a decir ahora que "no seremos nosotros..." alegando que él nunca mentiría... ¡¡¡Por favor!!! No somos tan idiotas. ¡Y ha creado escuela! A mí, simple persona mortal condenado a la nada, me parece terrible que se le pague un sueldo a alguien con los impuestos de los sufridos ciudadanos, por la razón de que algunos le han votado, aunque desde esa posición que le han dado las urnas se dedique a la peor de las posibles acciones que puede desarrollar un político: sembrar discordia y odio apoyándose sobre falacias fáciles de publicitar en una España que no acabo de comprender (Antonio Machado, ayúdame...). Siguen esa oscura senda acólitos muy avezados en aquello de manejar las cosas a su antojo: Ángel Acebes, Eduardo Zaplana, y otros muchos que estaban en aquella risotada inmunda posterior al voto favorable del Partido Popular a la guerra de Irak en el congreso de los diputados.

Un político tiene asignado un salario por el estado para que gestione, no para que deforme y manipule realidades opinando. Incluso cuando actúan desde la oposición sólo les concierne la vigilancia de la acción de quien gobierna para que no se desvíe del bien común, pero en este caso tampoco se trata de valoraciones personales sino de otra modalidad de gestión en la que deberían tener más cabida las propuestas razonables sustantivas que los adjetivos. La acción de los gobiernos y de los parlamentos puede alcanzar, al menos en un ámbito moral, la totalidad del planeta, pero nunca debería hacerlo de una forma tan inmoral e irresponsable como la que se puso de manifiesto en el congreso de los diputados en aquella siniestra votación a la que nos referíamos, la de la participación española en la guerra de Bush. Y no digamos nada de las nefastas consecuencias que condujeron, en una de sus más terribles expresiones, a aquel aciago 11 de marzo sobre el que todavía se pretende mentir. El ansia de poder del Partido Popular destruyó entonces, y sigue destruyendo ahora, las débiles fronteras entre la dignidad de la mente humana y la superchería del lenguaje. Las palabras “justicia”, “verdad”, “libertad”, y otras que podríamos considerar casi sinónimas, han sido sistemáticamente bombardeadas desde los más diversos púlpitos, incluidas las instituciones públicas y los medios de comunicación.

Después de intentar aquilatar un poco más quiénes son los cómplices de ese horror que se revuelca como una alimaña al actualizarse en este doloroso presente (es decir, la guerra y la mentira, ambas promovidas desde la acción política en estados que se autoproclaman democráticos), quisiera llorar con quienes todavía estén dispuestos a hacerlo por algunas personas, supongo que tan insignificantes como yo, que están siendo destrozadas cada día por Israel ante el aplauso de Bush y otras fieras y, lo que es peor (porque de los otros ya se esperaba), ante el silencio o la tibieza de gentes como los actuales habitantes del poder en España, que son muy progresistas para algunas cosas, pero muy cobardes para otras. Cuando Israel, mejor dicho, el gobierno de Israel, entra en Palestina, o donde le sale de las narices, y se lleva por delante la vida o los derechos de cualquiera que le parezca suficientemente despreciable (creo que para esta clase de gentuza, despreciables somos todos) no pasa nada... Puede incumplir resoluciones de la ONU, la legalidad internacional, y no pasa nada... Como no pasó nada cuando China pisoteó Tibet, por poner otro ejemplo. Pero si alguien secuestra o mata a uno de los suyos, lanzan fuegos de artificio para proclamar en el universo que su "justa" venganza no tendrá límites. Y no los tiene, en efecto... Mueren familias, niños que todavía no alcanzaban a entender ningún lenguaje que no fuera el de sus sentidos (mucho menos, pues, las mentiras de Bush, de Aznar, o de los sucesores de Sharon...).

La justicia se ha convertido en un rehén de los poderosos, de algunos poderosos... Irán no tiene derecho a desarrollar tecnología nuclear, pero Israel sí... ¿Por qué? ¿Por qué alguien es capaz de aceptar como más "justas" las muertes de palestinos o libaneses inocentes que las de los israelíes? ¿Por qué aniquilar a Irak es una lucha contra el terrorismo y no lo es la resistencia de los pueblos-víctima a los que nadie presta la más mínima atención si no es para explotar sus recursos? ¿Por qué seguimos manteniendo en el poder con nuestros votos a este inmenso colectivo de hipócritas para quienes sólo cuenta manejar tres o cuatro datos para conservar su apariencia de razón en un mundo destrozado? ¿Puede haber una acción política integral, moral, clara, honesta y eficaz en medio de tanta locura? Cuando un grupo islamista bombardea la vida cotidiana y masacra a ciudadanos inocentes en Madrid, Londres, Nueva York o Bombay está siguiendo el modelo que crean cada día con sus acciones o silencios los terroristas de estado. Es atroz, es cierto. El terrorismo es una barbaridad propia de la protohistoria, pero no admite envoltorios televisivos. Tan terrible es la acción de unos como la de otros. Y ante el horror de estos días en Palestina y Líbano, tan terrible es la violencia de Hamas o la de Hizbulá como la del estado de Israel. Y que no nos cuenten que algunos tienen derecho a defenderse como si los demás no lo tuvieran. La venganza y el odio crecen, y la tergiversación de la verdad, la manipulación del alma de las palabras, nunca detendrá este terrible desvarío.

Si es justo que los que tienen más maten más, entonces el proceso que ha seguido hasta ahora nuestra civilización carece de sentido. El gobierno israelí actúa como un criminal, el de los Estados Unidos también, y los que se apoyan en la capacidad acrobática de todos los lenguajes para mentir o callar ante tan flagrantes injusticias, con la simple y mediocre finalidad de mantenerse en su condición de parlamentarios o gobernantes, son cómplices de eso que llamamos terrorismo. Y seguramente utilizamos esta palabra porque no sabemos muy bien cómo llamarlo, porque no sabemos muy bien, en realidad, de qué se trata. ETA se ha quedado pequeña. El horror habita en los palacios y ministerios de los países tan mal llamados 'desarrollados'. La onda expansiva de la injusticia es el peor de los tsunamis.

¿Vamos a seguir callando ante el horror sólo porque no hiede directamente en nuestros pueblos y ciudades? ¿Sólo siendo víctimas directas de cualquier terrorismo nos sentiremos afectados? ¿Tiene la clase política alguna razón para dormir tranquila? Si me van a responder que está legitimada por el resultado de las urnas, entonces Hamas y Batasuna tienen tanta razón de ser como el Partido Republicano en Estados Unidos o los vaivenes entre el Partido Popular y el PSOE en España. Todos sabemos cuál es la razón de fondo que diferencia el bien del mal: la justicia. Y el mundo que estamos construyendo puede ser muchas cosas, pero no es justo. Y quien calla otorga...

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